Durante la
vida adulta, podemos comprobar cómo nuestro grado de felicidad aumenta cuando
vamos consiguiendo nuevas metas y somos capaces de valernos por nosotros mismos
cada vez de manera más autónoma. La adquisición de la autonomía en los niños
produce el mismo efecto. Un niño autónomo es un niño que se siente
realizado, vive su vida de manera más
equilibrada, tiene una buena opinión de sí mismo y, por tanto, es más feliz.
La
autonomía en la etapa de Infantil es una de las áreas más importantes que tanto
padres como educadores tenemos que fomentar en los niños. Nuestro papel es el
de satisfacer las necesidades fisiológicas, educativas, afectivas y emocionales
de nuestros niños pero, al mismo tiempo, poner a su disposición los recursos
necesarios para favorecer su maduración personal y ser cada vez más autónomos
respecto a los adultos.
Estas son
algunas recomendaciones a tener en cuenta:
1. Debemos
exigir a nuestros hijos en función de lo que el niño es capaz de hacer. Exigir
más conllevaría frustración y rebeldía, exigir menos, inseguridad y dependencia
del adulto.
2. En el
hogar familiar es importante establecer unas normas claras: horarios, tareas,
responsabilidades, etc. El establecimiento de normas les ayuda a regular su
comportamiento personal y social. Todos los niños entre 3 y 6 años deben tener pequeñas
responsabilidades en la familia.
3. Hay que
mostrarle al niño nuestra satisfacción cuando vaya alcanzando metas: dejar de
hacer pipí en la cama, recoger su habitación, poner la mesa, vestirse y desvestirse,
etc.
4. Este
proceso de aprendizaje debe desarrollarse siempre en un hogar donde el niño
perciba amor y protección.
5. Los
buenos o malos hábitos alimenticios, de descanso, etc. se adquieren desde muy
temprana edad y suelen ser muy duraderos. Para instaurar un hábito es
imprescindible establecer rutinas y horarios fijos.
6. Es
importante asociar conductas que no le gustan con otras que sí, por ejemplo:
recoge tu habitación y cuando termines leemos un cuento."
7. Entre
los papás es importante mantener una coherencia y que ambos mantengan las mismas exigencias al niño. Al mismo tiempo
será importante que esta coherencia se mantenga entre la familia y el centro
escolar. La mejor manera de conseguirlo es la comunicación.