lunes, 23 de octubre de 2017

RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS SIN GRITOS

CÓMO RESOLVER UN CONFLICTO FAMILIAR
Tal como explica Antonio Rébola Castro –educador social y máster en inteligencia emocional– en las relaciones familiares nos enfrentamos a diario al proceso de la negociación con nuestros hijos. Los estudios, las aficiones, la ropa, la hora de llegada, las tareas domésticas... En cualquier circunstancia y a cualquier edad, estas situaciones de negociación y conflictos son una oportunidad clara para enseñarles a negociar, a exponer de forma adecuada sus necesidades, a afrontar sus decisiones y a manejar la frustración ante un «no», pero un «no», que ha de ser de mutuo acuerdo.
Utilizar la mediación en un conflicto desde el acuerdo, sin ganadores ni perdedores, sin utilizar la autoridad como único argumento, contando con las necesidades y emociones de nuestros hijos, nos proporcionará, una herramienta más a la hora de llegar a acuerdos y compromisos, en los que todos tienen claro qué deben hacer, cómo y cuándo, y aceptar las consecuencias si no se hace. Para ello, se recomiendan algunas técnicas de mediación:

  1. No somos oponentes, somos socios. Formamos parte de una familia y la primera premisa es crear el ambiente de diálogo para que cualquier conflicto sea expuesto y resuelto de común acuerdo. La sensación al término de la negociación con nuestros hijos ha de ser de acuerdo y no de sometimiento o de haber perdido, todos ganamos. De esta manera, todos estamos vinculados a la solución, obteniendo derechos y deberes de ese conflicto.
  2. Ganadores y aprendices. Se trata de la búsqueda creativa de soluciones. Cuando ofrecemos un montón de posibles soluciones a un mismo conflicto, estamos desarrollando en nuestros hijos la capacidad de enfrentarse a un problema desde distintos puntos de vista. Ellos deben buscar entre lo expuesto qué solución les gusta más, que se comprometan con ella trabajando así en favor a su autoestima. Ellos deciden, sí, pero como padres, hemos propuesto esas soluciones que deben elegir.
  3. Escuchar con todo el cuerpo. Escuchar activamente construye relaciones que durarán para toda la vida como medio de comunicación familiar. Escuchar, reflexionar y explorar son los pasos a seguir para una escucha activa. Leer con la mente y el corazón lo que nos están diciendo, repetir las palabras del otro y ver si hemos comprendido lo escuchado, no atacar y compartir, abonará el camino en la búsqueda de la solución. Haciendo que nuestros hijos se sientan escuchados y entendidos, la negociación de cualquier conflicto pasa por un filtro emocional que nos ayudará a encontrar una solución mejor.
  4. Acordarse de lo que hacíamos nosotros a su edad. En demasiadas ocasiones nos olvidamos de cómo éramos nosotros como hijos. La dinámica e historia familiar, el entorno, las relaciones, nos darán muchas veces las pistas de porqué nuestros hijos solicitan algo. Sus relaciones son importantes y tenemos que entender que sus sentimientos, aunque nos parezcan ‘cosas de la edad’, son importantes para ellos. No reconociendo esos sentimientos solo conseguiremos que no nos cuenten sus cosas en el futuro.
  5. Manejar las emociones ante el conflicto. Debemos hacernos este tipo de preguntas e intentar descubrir la respuesta y la solución. ¿Por qué nos sentimos tan enojados? ¿Qué quiero cambiar? ¿Qué necesito para alejar este sentimiento? ¿De quién es el problema, realmente? ¿Qué parte del conflicto nos corresponde a nosotros? Preguntas de este tipo, nos aportarán las claves acerca de qué cosas están fallando en la resolución de los conflictos familiares y, en muchas ocasiones, también en nuestras relaciones personales.

EDUCAR SIN LEVANTAR LA VOZ. CÓMO PASAR DEL GRITO AL DIÁLOGO
Cuando los hijos no obedecen, cuando nos ignoran, cuando nos contradicen es fácil que nos enfademos y gritarles puede resultar una herramienta de resultado fácil.
Sin embargo, este hábito es poco recomendable si queremos inculcar buenos comportamientos, disciplina a largo plazo y una relación sana en el seno de la familia. El grito no es sólo un método de corto recorrido, sino que, además, puede tener consecuencias indeseables en el desarrollo de nuestros pequeños.
Los efectos negativos de los gritos son mucho mayores que los escasos beneficios que pueden aportar en momentos puntuales. En consecuencia, es importante trabajar actitudes y modos de afrontar situaciones complejas para dejar atrás los monólogos en tono de voz elevada dirigidos a nuestros hijos y poner en práctica diálogos respetuosos con ellos.
Daños limitantes e irreversibles
Educar mediante gritos genera un malestar constante, estrés, problemas de concentración, desmotivación, frustración, rabia, baja autoestima, desatención, etc. Vuestros hijos responderán de la misma forma y no sólo os gritarán a vosotros, sino que también lo harán en otros entornos, en la escuela, con los amigos, en sus actividades de ocio, etc.
Además, estudios psiquiátricos elaborados en el ámbito norteamericano han demostrado que estas prácticas pueden, incluso, alterar significativamente y para siempre la estructura de los cerebros de los niños.
Alternativas a levantar tu voz
La conexión emocional con vuestros hijos es fundamental para la disciplina Por ello, es tan importante cultivar, día a día, a través de pequeños momentos, la complicidad con ellos. Cuando los niños se sienten seguros y amados se encuentran más receptivos al diálogo y a entrar en razón antes de que estalle un conflicto a gritos.

Se proponen cuatro prácticas positivas para lograr armonía en casa:
1.  Antes de levantar la voz, respiro. Es recomendable que como padres, os avancéis al momento de pérdida de control para evitar los gritos. Por ejemplo, saliendo de la zona de conflicto durante breves momentos. Con ello, podréis replantearos la situación, respirar profundamente y calmaros. De esta manera, también enseñaréis a vuestros hijos a gestionar de una forma saludable situaciones de conflicto y a fijar dónde se encuentran los límites de la convivencia.
2.   Habla sobre las emociones. El enfado o la rabia son sentimientos habituales, pero también lo son la alegría, la tristeza, los celos o la frustración. Todas las emociones forman parte de la condición humana y debes enseñar a tus pequeños que son normales, pero que deben ser gestionadas coherentemente y con respeto. Por este motivo, es primordial el diálogo, hablar con vuestros hijos a menudo de la variedad de sentimientos que pueden experimentar y animarlos a desarrollar actitudes respetuosas tanto para ellos mismos como en sus relaciones con la familia y con amigos.
  1. Dirige el mal comportamiento con calma, pero firmemente. Es normal que los niños se porten mal en algún momento porque forma parte del proceso de su propio crecimiento. Hablad con vuestros hijos firmemente, respetando su dignidad, pero dejando claro que ciertos comportamientos son intolerables. En esta conversación debéis poner la mirada a su mismo nivel y estar próximo, incluso cogerles de la mano. Las perspectivas de arriba a abajo o distanciada no ayudan a resolver el enfrentamiento.
4.  Evita las amenazas. Aplicar castigos o amenazas crea en los niños más sentimiento de enfado, resentimiento y, en definitiva, agrava el conflicto. Además, a largo plazo, pueden limitar el desarrollo de las bases de una correcta disciplina. Ambos, castigos y amenazas, humillan y avergüenzan a los pequeños, con lo que se generan en ellos sentimientos de inseguridad. De hecho, una alternativa es mostrar a vuestros hijos las consecuencias positivas de un buen comportamiento.
Beneficios para la personalidad
Aportar serenidad a la resolución de momentos críticos, de conflictos, con vuestros hijos va a ser una clave no sólo en la constitución de su carácter, sino también de su personalidad y su capacidad para afrontar situaciones complejas en todos los ámbitos.
Los gritos pueden aparecer en momentos esporádicos, sin mayor trascendencia y como resultado del empecinamiento de los niños o del estrés y responsabilidades que arrastran los padres. Sin embargo, la práctica habitual de educar elevando la voz, imponiendo situaciones, requiere de un replanteamiento en su totalidad.
El grito es la respuesta rápida, pero como padres debéis recapacitar y replantear los conflictos con sosiego y dialogar con vuestros hijos. La conversación calmada, la escucha activa de todos los argumentos, e incluso, la opción de pedir perdón desde ambas partes, serán imprescindibles para una convivencia más agradable.

FAROS Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona)


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