domingo, 28 de mayo de 2017

INTELIGENCIA EMOCIONAL

CÓMO PODEMOS EDUCAR LAS EMOCIONES EN FAMILIA

Tal como afirma Juan A. Planas Domingo –Presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía y orientador del IES Tiempos modernos–, la sociedad del futuro demanda, cada vez más, personas con una gran madurez emocional, capaces de tolerar la frustración, trabajar en equipo, muy motivados y con gran capacidad de liderazgo. Capacidades, todas ellas, relacionadas con la inteligencia emocional –como la perseverancia en la tarea, la capacidad de innovación y creatividad, la empatía…– y necesarias para mejorar personal y profesionalmente. Por eso, iniciamos hoy una serie de colaboraciones relacionadas con la importancia de la educación emocional. ¡Y qué mejor que educar estas competencias desde la niñez!
Comenzaremos por explicar qué se entiende por ‘inteligencia emocional’. Cuando nos referimos a este concepto, hablamos de la capacidad para poder reconocer nuestras propias emociones y las de los demás, regularlas y saber adaptarlas a las necesidades personales. Por ejemplo: el niño que es capaz de consolar a su amigo que llora amargamente, que tolera bien la frustración o que sabe demorar la recompensa tiene inteligencia emocional.
 
A continuación, proponemos algunas pautas y consejos básicos para que las familias podáis poner en práctica y llegar a desarrollar esas capacidades emocionales:
1.    La autoestima, fundamental. Es importantísimo fomentar desde su más tierna infancia la autoestima de tus hijos. Ofréceles siempre seguridad y previsibilidad. No hay nada que genere mayor inseguridad en un niño pequeño que las normas cambiantes, la falta de previsión y los cambios bruscos.
2.    Aprender de la adversidad. Debemos enseñar a nuestros hijos, día a día, a sobrellevar las adversidades. Es muy educativo que aprendan que cada error conlleva una consecuencia y que no todo lo que se quiere en esta vida, se puede conseguir.
3.    Los premios, poco a poco. Es preciso acostumbrarlos a ralentizar los premios. La inmediatez en recibir cualquier compensación hace que nuestros hijos se vuelvan exigentes y ansiosos. Obviamente, habrá que ir acompasando esta demora a la edad.
4.    Límites y curiosidad. Saber poner límites, imprescindibles en su educación, favorecer la autoestima y fomentar siempre su curiosidad tiene mucho que ver con todo lo relativo a la inteligencia emocional.
5.    Expectativas, siempre favorables y realistas. Debemos acostumbrar a nuestros hijos al sentido del humor, a ser optimistas y a tener expectativas de éxito. La famosa autoprofecía cumplida tiene mucho que ver con las expectativas que vayamos generando para ellos. Si nosotros les transmitimos unas expectativas favorables y realistas ellos tenderán a esforzarse por cumplirlas y, por el contrario, cuando éstas sean bajas, se desanimarán con facilidad y no se esforzarán por mejorar y superarse.
6.    Empatía y resiliencia. Existen también otras cualidades, no menos importantes, que se deben y pueden trabajar desde la propia familia, en el ámbito de la educación emocional, como son la empatía –saber ponerse en la piel del otro– y la resiliencia –capacidad para sobreponerse en las adversidades–. Y, como siempre, para fomentarlas, nada mejor que predicar con el ejemplo.

¿POR QUÉ DEBEMOS EDUCAR NUESTRAS EMOCIONES?

Se habla mucho de la inteligencia emocional, de educar las emociones, de entrenar las habilidades sociales... Pero, ¿por qué?, ¿para qué sirve?, ¿es una moda pasajera o algo realmente importante y beneficioso? Pilar López Laboria –Educadora emocional– nos da algunas claves.
1.  La inteligencia emocional se relaciona con la capacidad de ser feliz. Todo lo que suponga ser uno mismo, conocerse, expresarse, relacionarse adecuadamente, tener iniciativa, plantearse objetivos, saber lo que nos gusta, lo que no, hace que actuemos de forma coherente con nosotros mismos y eso genera bastante bienestar y calma.
2.   Es muy útil para hacer amigos. Saber cómo relacionarnos con los demás, aprender valores vinculados con la amistad o la cordialidad, aprender a poner límites y resolver conflictos, entre otras capacidades, hace que las relaciones sociales sean agradables y satisfactorias. El ser humano es un ser social y este tipo de interacciones son muy importantes para su desarrollo.
3.    Sirve para sacarle el mejor provecho a la vida. Aprender a pensar bien y sentirse mejor –en lugar del «piensa mal y acertarás»– hace que sintamos siempre que «no hay mal que por bien no venga».
4.  Se puede aprender. La personalidad, las experiencias y la educación, básicamente influyen en nuestra inteligencia emocional, pero al igual que aprendemos inglés, la inteligencia emocional se puede desarrollar. Así que si nos inquieta que nuestros hijos no tengan desarrollados alguno de estos aspectos, ¡la solución es bien fácil!
5.  Nos ayuda a tratarnos mejor. Estamos con nosotros mismos toda la vida. Si nos conocemos y nos respetamos, nos proporcionaremos una dosis importante de amor muy necesaria para nuestro día a día. Una sana autoestima es una garantía de una adecuada salud mental.
6.    Nos permite ser más dueños de nuestros actos. Actuar mejor cuando nos encontramos nerviosos es fruto del autocontrol, que se aprende a desarrollar cuando conocemos cómo funcionan nuestras emociones y nuestro pensamiento; esa amalgama de sensaciones que sucede dentro de nosotros se puede diseccionar, comprender y regular.
7.  Enseña a caer y a levantarse. En la vida siempre nos vamos a encontrar con frustraciones y educar es preparar para la vida. No podemos evitar a nuestros hijos los obstáculos, pero sí enseñarles a esquivarlos y a recuperarse tras tropezar con ellos. La tolerancia a la frustración es una buena base para persistir en nuestros objetivos y aprender de nuestros errores.
8.    Desarrollar la inteligencia emocional nos acerca a nuestros objetivos. Si sé quién soy y sé lo que quiero, es más fácil trazar un plan para conseguirlo. Los logros contribuyen a la felicidad.
9.    Nos ayuda a ver la parte positiva de la vida. Se puede aprender a ser optimista, más que nada porque los niños aprenden a pensar cuando escuchan hablar a sus padres, así que... siempre hay algo que agradecer por feo que se ponga un asunto.

10. Mejorará la relación entre padres e hijos. Claro está que para tratar de transmitir todo esto a nuestros hijos tenemos que estar en sintonía. Si nosotros mejoramos nuestra inteligencia emocional y la aplicamos en su educación, podremos tener una relación sana, constructiva y enriquecedora con ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario